viernes, 15 de julio de 2011

"Poesía Completa" de Jorge Leónidas Escudero (por Mariano Dupont para Los Inrockuptibles)






Sola (única) es la poesía de Jorge Leonidas Escudero (San Juan, 1920). Sin generación, sin grupo, sin mentores. Emparentada oblicuamente con cierta poesía del interior, como la del pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Dada a conocer por primera vez en 1970, después de haber madurado al sol, digamos, entre las piedras, en la montaña, en esas notas de minero que, según el relato, Escudero escribía (a la intemperie) para la Dirección General de Minas de San Juan. Sí: el arte sucede (James Abbott McNeill Whistler).
La pasión, entonces, por las piedras, por la montaña. Y atrás (o a la par) las palabras. Las palabras y el juego. La obsesión por las combinatorias, sin duda. Al acecho del pálpito o de la palabra “absoluta”. Pegar el oído (a uno). Y esperar: “Soy el testigo nada más de eso, o sea/ estuve esperando sucediera/ sin saber cuándo/ y de repente la sorpresa me agarró de alivio” (“Hacer el no hacer”).
El oro y el poema reunidos en el juego.
Así, a lo largo de cuarenta años, sin variar demasiado sus tópicos, la poesía de Escudero parecería haber basculado entre dos vertientes aparentemente contrapuestas: por un lado, los poemas conversacionales, anecdóticos, risueñamente campechanos, interpelativos, a veces en segunda persona, veteados casi siempre de aglutinaciones, de elisiones, de aspiraciones, de giros coloquiales del habla del Norte; y por otro, poemas de corte más bien impresionista, muchas veces visuales, descriptivos, con versos articulados, escandidos sobre todo en función de una delicada concepción escrituraria y no apoyados tanto en las veleidades y las modulaciones del habla popular. A veces, esos dos modos, felizmente, se reúnen: “No siai sonso/ me ayer un amigo dijo pará” (“Rumbo al país de donde”).
Cruces, en suma, que han ido conformando el mapa del poeta. Senderos, trayectos, búsquedas. Por un lado, de “la expresión que dé cuenta cabalmente de lo que se siente” (Escudero en el documental Oro nestas pedras). “Salgo a cazar, si puedo, la palabra única/ esa que me desvela y no aparece. Debo/ hacerla mía porque si no/ ¿cómo voy a expresar lo más íntimo?” (“Rompecabezas”). Por otro, del oro. Del oro y la riqueza. Casi siempre es “pura búsqueda y nada” (“Cero”). Pero está, sin embargo, “la alegría de buscar” (“El empecinao”), porque “el juego es hermoso” (“Cero”). Mejor no oponerse, entonces: “porque cuando hay necesidad de un tesoro/ hay que salir a buscarlo y eso es todo” (“Las labranzas de Osorio”). Dobleces, podría decirse, de una misma inquietud.
Y ahí, precisamente, es donde de a ratos parecería querer hacer centro la poesía de Escudero. Lejos de la servidumbre del regionalismo, de su ingenuidad, del afán subsidiario del remedo, de la copia. Pero también a distancia del exceso de “letra”, de “trabajo”, de “escritura”, de la falsedad que anida –siempre– en la poesía oficial.

-JORGE LEONIDAS ESCUDEROPoesía completa(Ediciones en Danza) 764 páginas

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